A lo largo de las décadas, las compañías siguieron ciertas ideas como elementos de base sobre cómo presentarse a sus consumidores y sobre cómo lograr que comprasen. Era importante tener el producto justo, llegar a la audiencia más adecuada y posicionarse del modo más efectivo. La conexión entre usuario y marca se establecía por muchos criterios y partiendo de muchos elementos. Podían, por ejemplo, conectar por una cuestión de estatus, por vender objetos de deseo o por resolver problemas del día a día.
Ahora, sin embargo, las cosas se han vuelto mucho más complicadas. En esta nueva era, las marcas y las empresas deben enfrentarse a un nuevo consumidor, el consumidor concienciado. Sus decisiones de compra no solo se basan en lo que las marcas le ofrecen y en las características de sus productos, sino que además se posicionan también al hilo de lo que las marcas hacen.
Para quedarse con un producto o con un servicio, tienen en cuenta los valores de las compañías, sus acciones y su impacto en la sociedad. Especialmente, los consumidores usan criterios de sostenibilidad y eficiencia energética como factor de decisión para su consumo.
Un estudio conducido por las compañías Oney y OpinionWay apuntaba incluso que para el 85% de los españoles sería aceptable pagar más por las cosas siempre que estas tuviesen un canal de producción responsable o garantizasen la sostenibilidad. Ser responsable con el medio ambiente se ha convertido en un punto básico ya para la ciudadanía, tanto que un 93% de los encuestados aseguraba que estaba cambiando de hábitos para ser más responsable.
Esto impacta en lo más visible, como puede ser la presión de los consumidores para la reducción de plásticos, pero también en lo menos evidente. Por ejemplo, un 79% de los encuestados reconocía que estaba dispuesto a optimizar cómo viajaba y un 81% que en sus desplazamientos preferiría emplear medios de transporte menos contaminantes.
Otro estudio, este centrado en parámetros de comportamiento en retail y elaborado por Nielsen, concluía que los españoles están ya comprando teniendo en cuenta que los productos sean respetuosos con el medioambiente (un 46%) o que ya no solo toma decisiones partiendo de calidad o precio (un 80%).
Por todo ello, las empresas no deben limitar su estrategia de sostenibilidad y eficiencia solo a lo que parece más tangible o más de ‘primera mano’. No se trata solo de eliminar las pajitas en los restaurantes o cambiar las bolsas de plástico por las de papel en los supermercados.
El cambio debe ser a todos los niveles y de un modo mucho más profundo y ambicioso. Hay que modificar muchos más elementos para reducir el impacto medioambiental y ser mucho más sostenibles.
Esto hace, por tanto, que también haya que cuidar la eficiencia energética, por mucho que pueda parecer que el consumidor no está analizando ese punto en un primer momento en sus decisiones de consumo. Por ejemplo, los consumidores son conscientes de cómo las empresas gestionan sus recursos y cómo actúan en términos de eficiencia energética. La opinión que esas acciones les merecen cambia por completo la imagen que tienen de la marca o de la compañía e impactan en decisiones de consumo futuras. El nuevo consumidor concienciado no querrá volver a un hotel que despilfarra energía o que no controla su uso de los recursos, por poner una muestra.
Esto hace que emprender proyectos de eficiencia energética o de gestión eficiente de los recursos, como aquellos en los que Balantia puede acompañar a las empresas, se convierta en fundamental.
Al fin y al cabo, los consumidores no solo tienen en cuenta estas cuestiones cuando consumen, sino que también están más convencidos de que su influencia obligará a las empresas a ir en esa dirección. Un 55% de los españoles, volviendo a los datos del estudio de Nielsen, asegura que se puede cambiar el mundo con las decisiones de consumo que se toman.