Una de las consecuencias que ha tenido de forma indirecta la crisis causada por el coronavirus y las medidas de confinamiento de la población ha sido la de acelerar la transformación digital de las empresas.
El teletrabajo es el ejemplo más claro de esta realidad. Si antes de la pandemia el teletrabajo era una práctica minoritaria entre las empresas españolas, ahora se ha convertido en un elemento muy presente. Como señala un estudio de Gfk, 7 de cada 10 españoles aseguran que están trabajando “total o parcialmente” desde casa.
Aunque el caso del teletrabajo es el más visible, no ha sido el único terreno en el que el impacto de la covid-19 ha impulsado la transformación digital. Una broma que circulaba estos días por las redes sociales mostraba, a modo de meme, una encuesta. En la imagen se ofrecían diferentes opciones para indicar qué había llevado a la compañía a la transformación digital, ante lo que se marcaba directamente al coronavirus.
Incluso las pymes, habitualmente más reticentes al cambio y quienes estaban siendo hasta ahora más lentas en la transformación digital, han acelerado los procesos de cambio. Al fin y al cabo, es la manera de seguir siendo operativos en un momento complejo. Este proceso de cambio, como explican en una columna de Forbes, debe ser rápido y debe abordar muchos puntos dentro de la empresa. Se necesita comprender qué precisan los trabajadores y la compañía para seguir operando de forma fluida y también qué espera el consumidor de ellos.
Y, aunque el salto a la digitalización ha llegado marcado por las circunstancias, se puede convertir en una oportunidad para mover a las empresas hacia el futuro. Cuando todo termine, no deben permitirse volver al modo pre-transformación digital y deben aprender de todos estos procesos para determinar qué pasos deben dar más allá.
El proceso de transformación digital de las empresas no debe limitarse únicamente a implantar nuevas formas de trabajo o a dar el salto a la nube o al comercio electrónico. Debe ser mucho más completo y, por así decirlo, holístico. Tiene que impactar en todas las áreas en las que se mueve la compañía y en todo aquello de lo que depende. Por tanto, la transformación digital también debe llegar al uso de la energía y de los recursos. También se debe realizar un proceso de transición energética.
Los procesos de transformación energética no implican únicamente pasar a emplear energías renovables y reducir así la huella medioambiental. Como bien sabemos en Balantia, gracias a nuestros años de experiencia y nuestro trabajo con nuestros partners, la transición energética implica trabajar de un modo holístico en la gestión de la energía, desde su origen hasta el impacto que tiene en nuestro entorno, e incorporar herramientas digitales en todo ese proceso.
Estos procesos de transformación permiten ser mucho más eficientes desde el punto de vista del consumo energético, reduciendo el gasto y aumentando la seguridad de la red. La red se digitaliza y, gracias al uso de herramientas tecnológicas, se obtiene un flujo constante de datos. El big data ayuda a comprender las necesidades energéticas, a optimizarlas y a reducir los fallos adelantándose incluso a los problemas. Estas redes de nueva generación son mucho más seguras, más estables (se pueden predecir los momentos que causan caídas en el servicio y atajarlos) y más optimizadas.
Igualmente, son más respetuosas con el medioambiente, ya que la eficiencia energética permite reducir considerablemente las emisiones de CO2
En conclusión, la transición energética no solo hace que las empresas sean más respetuosas con el medioambiente, sino que también crea redes más seguras, mejor gestionadas y mucho más eficientes en términos económicos. Optimizando el consumo de energía se logra reducir la factura que genera.